Un cuento de Ortografía

"No dejes que seque el tintero" JCF

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martes, noviembre 19, 2002
 
Empezamos a morir al olvidar que fuimos niños

Algún día en el planeta lejano de la sintaxis y la semántica, existió una frase que se negaba a utilizar signos de admiración.
Se decía insensible, para poder guardar lo que sentía.
Así, los puntos suspensivos no le suspendían nada... sino ligaban sus ideas calladas.
Las pausas se mostraban placenteras a su redacción, pues les gustaba aparecer cuando la frase se pronunciaba.
Un buen día un signo de interrogación (las comas creen que se trata del que esta invertido) le preguntó sobre el porqué escondía sus sentimientos. La frase le contestó, sin ningún signo de admiración por supuesto, que tenía miedo de expresar lo que sentía por temor a sufrir.
- Antes he sufrido mucho cuando he llenado de sentimiento mi existencia.
El signo de interrogación sin saber que contestar (los signos de interrogación siempre tienen dudas) se marchó por una línea recta hasta llegar al castillo del reino de la redacción. Allí encontró al rey: El más grande y antiguo signo de puntuación, el más sabio y de quién se dice, obtiene siempre la última palabra... El Punto.
El Rey escuchó la historia con atención y sabiendo que no existe asunto más importante que los del corazón, dejo sus obligaciones protocolarias y se decidió a hablar con la frase insensible. Así, ni tardo ni perezoso, cabalgando sobre una coma de la Real Academia, el rey llegó hacia los últimos rincones del reino, donde se escondía y disimulaba la frase insensible.
Al ver al Rey acercarse junto con su comitiva, nuestra frase insensible le relató sobre su pasado, intentando justificar su actitud:
- Anteriormente yo no era así... era alegre y me gustaba salir siempre acompañada de signos de exclamación y envestida con entusiastas mayúsculas. Me repetía cientos de veces como loca en todos los sentidos. Después sufrí mucho y no volví a exclamar nada. Desde entonces enmudecí y he dejado de pronunciarme incluso frente al espejo.
El punto (cuya sabiduría se cree milenaria) tomó entonces un sorbo de color naranja (normalmente el punto no toma colores) y se preparó a decirle:
- Sabes, creo que en el fondo tienes razón. El temor al sufrimiento es una razón sencilla para esconderse. El temor al rechazo es igual de poderoso… acaso crees que no lo he tenido yo?. Desde chico he sufrido para escalar cada etapa de mi existencia. Tu crees?...de sentirme acomplejado por ser el más pequeño e insignificante de los signos de puntuación, viviría en algún rincón escondido, anhelando a lo mucho el poder recoger el final de una frase al terminar el día.
Al igual que tú, soy simple, sencillo y natural; y es justo allí donde reside nuestra fuerza. Cuando algo me preocupa, escondo mis temores, me despojo de prejuicios y muestro mi interés en sobrepasar esa prueba. Hago esto no por quedar bien con los demás, sino por no defraudarme a mi mismo.
Demostrarse a uno mismo requiere más valentía de lo que aparenta. Es entonces cuando me digo: seguro esto tiene una solución y por lo tanto no vale la pena preocuparse...
- Y si no tuviese solución???, interrumpió abruptamente la frase insensible, quien sin quererlo dejó escapar unos signos de interrogación...
- Entonces de nada serviría el preocuparme, respondió tajante el Rey.
(Un paréntesis se abrió para comentarle a una coma cuánto admiraba al rey, quien de seguro conocía la psicología del mundo ortográfico, aplicable quizás a otros mundos paralelos)
- El sufrimiento es parte de la vida. Así como algunas veces sufrimos... algunas veces gozamos. Es el equilibrio lo que logra nuestra felicidad. Yo soy Feliz !!!, exclamó el Punto... pues aunque a veces sufro, también he tenido mucho de donde gozar. Vivo cada día consciente de que mayores sufrimientos pueden aparecer y en consecuencia… también mayores satisfacciones y gozos. Desde este punto de vista, me es difícil aceptar que puedo realmente sufrir.
El signo de exclamación se tuvo que contener de la emoción. Hasta una arroba rebelde se conmovió por el discurso del rey.
La frase insensible recordó algo que era cierto: Los momentos más felices de su vida se generaron al expresar libremente lo que sentía; desde que escondía sus sentimientos su vida no era la misma.
Inmediatamente después, cual estruendo que presagia una tormenta en época de sequía, la frase se pronunció con toda la fuerza y alma que resguardaba su interior desde hacia tiempo... Signos de exclamación y Mayúsculas llenaban su cuerpo y fondo!!!
Su grito generó una alegre y extraña melancolía en el mundo de la ortografía. Hasta pudimos presenciar junto con la multitud gramatical, la primera lágrima de la arroba rebelde.
Enseguida, la frase y el rey se despidieron, dejando ella desde ese momento de ser la frase insensible.
De aquel día memorable, queda como único testigo la foto del recuerdo que unas oportunas diéresis tomaron a la frase junto al rey… foto con la cual termina felizmente nuestro cuento de ortografía:













Te quiero .







Juan Celso FLORES MARTINEZ